Recuerdo que cuando vi “El club de los poetas muertos” aprendí y descubrí que mirar las cosas desde arriba te enseñaba un plano distinto de la realidad.
Por ello, aunque me sentía pequeñita, me subía a cualquier bordillo, murete, silla o incluso mesa.
La gente me veía como inmadura o con cierto toque infantil, pero yo sabía que, desde allí, en lo alto solo, podía sentirme al nivel de los más grandes.
Si estaba en alto, desde cualquier lugar, sonreía y cual Walt Whitman me auto recitaba el “¡Oh, capitán, mi capitán!”.
No hace mucho que me he propuesto valorar otros puntos de vista… y es ahí cuando me coge la cámara y ¡zas! Me recoge desde abajo y descubro la magnitud del universo…
Y me veo a mí , mi yo desde otro plano, también real, donde ya no soy pequeña y soy más alta, parezco hasta súper modelo. Vale igual tanto no…
Pero donde veía ‘pequeña’ ahora veo ‘universo’. Y a mí formando parte de él.
Perteneciendo.
Y, entonces, sonrío, y me vengo arriba y crezco, y desde ahí, tocando tierra y contigo delante grito para mis entrañas “ ¡Oh, capitán, mi capitán!”.
Y por primera vez en mi vida siento que no soy ‘menos’, que soy ‘más’. Y que soy ‘también’.
Y siento que sigo teniendo el universo encima mío, que aun estando debajo, me sigue y me acompaña….
…Y entonces desde la tierra y desde lo bajo, alzo mi mirada al cielo y sonrío de nuevo…